jueves, 26 de febrero de 2009

Recuerdo…

Recuerdo, siendo muy niña, pasear por el centro de Priego de la mano de mis padres, cuando la feria llenaba de gente, "cacharricos" y olor a manzana de caramelo y pollo asado la Carrera de las Monjas, la Calle Río y el Palenque. Sé que yo era muy pequeña porque al caminar cerca de ella, que estaba sentada en el suelo, casi podía verle los ojos a mi misma altura, aunque nunca cruzamos las miradas.
Ochenta años, quizá más. Me preguntaba por qué estaba allí, sola. Me despertaba una extraña ternura, quizá porque cubría su cabeza con un pañuelo negro, como lo hacía mi abuela. Quizá porque todo era color y risas y música y ella permanecía allí, sentada en la acera, en la esquina que daba a la plaza Palenque, alzando su mano blanquecina y arrugada. A veces, yo pedía a mis padres una moneda de cinco duros y muy lentamente, la depositaba en su palma abierta y asurcada. Ella cerraba la mano, apretando el puño e inclinaba un poco más la cabeza hacia el suelo. Vestía luto riguroso y parecía una figura inmóvil, en el suelo, ante el tránsito continuado de la feria.

Un recuerdo o un sueño, quizá ambos. Pero de vez en cuando viene a mi memoria su silueta oscura. No sé quién era y nunca cruzamos las miradas.

3 comentarios:

El Cazador de Ocasos dijo...

Rocio...sólo tu podrías transmitir con tanta fuerza la ternura que puede llegar a causar una abuelita desvalida. Por otra parte, un tirón de orejas, por ese barrido de textos e imagenes que has hecho :(
Un beso

Relatos dijo...

Cierto, tu historia y tu forma de narrar revelan ternura. Aunque, a mí, también me parece algo misteriosa.
Me gustó leerte.

Saludos,
Mariana

Gracias.

Rocio dijo...

Gracias Mariana.
Saludos.